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Después de la pandemia

Vivimos tiempos extraños, tiempos terribles. Aunque los abuelos nos contaron historias no menos brutales de guerras y hambrunas, nada en nuestro arsenal anecdótico nos preparó para experimentar la pandemia de Covid-19, el evento más mortal de nuestro siglo.

Cierto que el susto del AH1N1 de 2009 fue un ensayo útil para los mexicanos. Pero la aparente ausencia de consecuencias de aquel entonces, nos dejó tan impreparados psicológicamente como si no hubiera ocurrido.

Para la mayoría,  resulta insoportable no ir a la rutina diaria, quedarse en casa, no ver a los colegas, aunque nunca se hable con ellos, salvo por el grupo de Facebook o de WhatsApp de la oficina, aun y cuando salgan los jueves por la noche a tomar unas chelas, en esas escenas comunes hoy en día, de mesas repletas en las que todos están con la mirada puesta en la pantalla del celular.

Echamos de menos las salidas con los amigos, en las que se repite ese peculiar fenómeno de nuestros días en que la gente se reúne para estar cada quien entretenido en su celular.  

Es quizás por lo anterior por lo que la soledad inducida por el distanciamiento social obligado se siente más severa y cruda, aunque nuestra “vida social normal”, siga en realidad inalterada en nuestras redes sociales.

Pandemia Vive Tenango
Fuente: Freepik

No es la soledad del distanciamiento social lo que nos oprime,  es algo que no se originó aquí y ahora, solo se desnudó. No somos comunidad, nuestros amigos en redes sociales, salvo excepciones, no podemos considerarlos como tales; en muchos casos, solo son avatares en nuestra mente que nos dan like o RT, pero que quizá no soportaríamos en una conversación de café cara a cara. 

Esto es particularmente  cierto para quienes tienen miles de followers y están acostumbrados a pontificar en sus redes. ¿Qué harían, desnudos de su @, teniendo que conversar entre iguales con otros? Hemos creado estos monstruos de las redes sociales sin consciencia de las consecuencias en nuestra cultura y en nuestra psique.Tenemos que echarnos un poco de reversa, reinventar el concepto humanista de igualdad en la igualdad de nuestros pensamientos, ideas y palabras frente a las de los otros. 

La Aceleración de la Digitalización

Uno de los efectos más notables de la pandemia ha sido la aceleración de la digitalización en todos los aspectos de nuestra vida. Las empresas se vieron obligadas a adoptar soluciones digitales para continuar operando, y muchas personas tuvieron que aprender a trabajar desde casa. Las escuelas recurrieron a la educación en línea, y las videoconferencias se convirtieron en la nueva forma de comunicación.

«Pandemia» se asocia directamente con este cambio. La necesidad de distanciamiento social y la reducción de la interacción física llevaron a una mayor dependencia de la tecnología para mantenernos conectados. Las aplicaciones de videoconferencia como Zoom se convirtieron en parte integral de nuestras vidas, permitiéndonos seguir en contacto con amigos, familiares y colegas de trabajo.

Pandemia Escuelas
Fuente: Freepik

Una reflexión acerca de la pandemia

Necesitamos invertir más tiempo en vernos cara a cara. Tiene que ocurrir después de esto, que sea nuestra lección, amistad no es una línea linda en una red social, es mirarse de frente y entenderse mutuamente.

Una foto en Instagram, por estudiada que esté, comunica cómo queremos que nos vean, pero no quienes somos, eso solo se ve del otro lado de la mesa cuando hablamos de lo que sentimos frente a frente.

Ese es el distanciamiento social en el que nos habíamos enclaustrado y que debemos poder derrumbar después de la epidemia.

Tenemos que comenzar a conocer y reconocer a otros, vernos en ellos y no solo dejar que vean lo que queremos, tenemos que comenzar a hacer comunidad, de verdad, con familia, con colegas, recuperar el valor de palabras como  amistad y afecto, devaluadas tanto que en nuestro presente aislamiento ya no sabemos ni qué quieren decir.

Así tendrá que ser. Esto se va a acabar. La vida volverá a la normalidad, no la de antes, ahora nos buscaremos más, cara a cara. Nos pondremos guapos para que nos vean los amigos en persona, no para las fotos de Instagram, guardaremos las anécdotas para tomar café, no para Facebook. Diremos frases ingeniosas reunidos comiendo en el jardín los sábados, no en Twitter.

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